La superluna de cosecha del viernes 29 de septiembre marca la celebración de la Fiesta del Medio Otoño en Asia Oriental, una festividad que tiene lugar el día 15 del octavo mes según el calendario lunar.

Como sucede en muchos otros países del mundo, está relacionada con la cosecha, en este caso del maíz, una actividad agrícola que se desarrolla normalmente a finales de septiembre o principios de octubre, dependiendo de la fecha marcada por el calendario lunar. Sin embargo, en China, la Luna tiene una marcada relación con las tradiciones culturales ancladas en la mitología. En este caso, está relacionada con la famosa leyenda de la diosa Chang’e. 

Chang’e: diosa china de la Luna

Chang’e y su esposo, el arquero Houyi, eran dos inmortales que vivían en el cielo, pero un día este último fue llamado por el Emperador de Jade para cumplir una misión en la Tierra. Los 10 hijos del dios se habían convertido en 10 soles que amenazaban con quemar toda la Tierra, con lo que el arquero fue llamado para intentar detenerlo. Houyi viajó a la Tierra y disparó a nueve de los hijos, dejando solo uno, que se convirtió en el sol de nuestro sistema solar. 

Pero el Emperador no estuvo de acuerdo con esta decisión, así que desterró a Chang’e y su esposa a vivir en la Tierra, despojándose de la inmortalidad. La pareja de enamorados vivía sin los privilegios del cielo, pero ansiaban recuperar la condición de inmortales. Houyi visitó a la suprema diosa del cielo, quien le regaló el elixir de la vida eterna. La deidad le advirtió que una porción sería suficiente para ambos, con lo que debería compartirla por su esposa. Después de regresar a casa, dejó que su esposa conservara la poción. Sin embargo, aprovechando la ausencia del marido, un alumno suyo, Peng Meng, trató de robar el brebaje.

Chang’e se enfrentó al intruso, y para evitar que le robaran el preciado elixir, se bebió toda la poción. Su cuerpo se volvió tan ligero que acabó volando a través del cielo, hasta que alcanzó la Luna. A partir de ahí, vivió para siempre desterrada en su palacio lunar, llevando una vida vacía y solitaria y esperando el día de regresar con su esposo.

Hou Yi miró al firmamento nocturno y gritó el nombre de su amada. De pronto descubrió que la Luna mostraba un brillo especialmente claro y preparó las frutas y dulces favoritos de Chang’e y los expuso en una mesa al aire libre, para mostrar de esta manera su añoranza a su esposa. Al enterarse de que Chang’e se había convertido en una diosa, el pueblo imitó la acción del marido, ofrendando frutas y comidas a la Luna, para que Chang’e les bendijera con felicidad y seguridad. Así, poco a poco, fue originándose la tradición de agasajar a la Luna el día 15 del octavo mes lunar. Conmovida por el amor sincero y profundo de la pareja, la diosa gobernante de la Luna permitió que cada Fiesta del Medio Otoño Chang’e pudiera regresar y reunirse con su esposo. Según la leyenda, esa noche la gente puede oír el murmullo de los dos debajo del laurel. 

En la cultura china, la figura de Chang’e está asociada con todo lo relativo a la Luna, igual que sucede con otras muchas divinidades. Ello explica, por ejemplo, que su nombre haya sido el elegido por la Agencia Espacial China para denominar la misión espacial al satélite, igual que sucede con la misión Artemis de la NASA. Ambas divinidades están asociadas eternamente con el satélite terrestre, aunque no son las únicas, he aquí algunos otros ejemplos. 

Ixchel: diosa maya del amor y de la Luna 

La diosa de la Luna Ixchel es una de las deidades más importantes de la cultura maya. Entre sus dones se encontraba el poder de todos los aspectos regidos por los ciclos lunares, como el agua, las cosechas, el embarazo, los partos, el amor y la sexualidad.

Selene: la personificación de la Luna

En la mitología griega, Selene era un titán que servía como personificación de la Luna. Se dice que tras acabar su viaje, su hermano Helios, representación del Sol, ella comenzaba el suyo, siendo esa la razón de la división entre el día y la noche. Su equivalente en la mitología romana era la diosa Luna. Selene tuvo amores con Zeus, y con Pan. Entre otros, fue amante de Endimión, un pastor que solía llevar su rebaño al monte de Latmos. Selene bajaba a la Tierra repetidamente para visitar a Endimión, lo que provocaba noches oscuras sin estrellas, así como los celos de Zeus. Selene rogó a Zeus que le concediera a su enamorado el don que este quisiera. Endimión pidió para sí dos cosas: juventud y sueño eterno. Así fue como el joven se quedó dormido, pero con los ojos siempre abiertos. Cada noche se detenía a contemplar a su amado, acariciándolo con sus rayos lunares, y este, aunque dormía, siempre tenía los ojos abiertos para contemplar a su amada. 

Artemisa: diosa de la naturaleza

Esta diosa del Olimpo estaba relacionada tradicionalmente con la caza, aunque también pasó a ser representante de la Luna. Hija de Zeus y Leto y hermana del dios del Sol, Apolo. Se le atribuían poderes curativos y se la consideraba protectora de las mujeres.

Se la describe como una figura independiente y solitaria que pasaba la mayor parte de su tiempo en el bosque y se rodeaba de animales. Era muy celosa de su virginidad y no permitía que ningún hombre la viera desnuda. Según el mito, cuando el príncipe Acteón accidentalmente la vio desnuda mientras se bañaba en el río, ella se enfureció y lo transformó en un ciervo. Con tan mala fortuna para Acteón que sus propios perros, al no reconocerle, le dieron caza.

Coyolxauhqui, diosa lunar guerrera

La diosa mexica Coyolxauhqui era hija de la diosa de la vida y la muerte Coatepec. Un día, descubrió que su madre estaba embarazada y se lo comunicó a sus hermanos, que idearon un plan para matarla por atentar contra su honra. El hijo recién nacido mató a cuatrocientos surianos, hirió a su hermana y la decapitó. Así fue como Coyolxauhqui se transformó en la representación de la Luna, y sus hermanos, en las estrellas. Cada luna llena, los mexicas recordaban a la diosa cuya valentía le costó la vida. 

Quetzalcóatl y el conejo de la Luna

La leyenda náhuatl narra la historia de cómo una de las deidades más importantes de los pueblos originarios de México, el dios azteca Quetzalcóatl, inmortalizó la figura de un conejo en la superficie lunar. Después de caminar durante todo el día, Quetzalcóatl se vio superado por la fatiga y el hambre, pero siguió caminando hasta que las estrellas y la Luna empezaron a brillar. Buscó un remanso en la orilla del camino, y apareció de pronto un conejo. Para evitar que Quetzalcóatl muriera de hambre, el animal se ofreció como cena, un gesto que conmovió al dios azteca, que inmortalizó su figura en la superficie de la Luna. La leyenda mexica no es la única que asocia la figura del conejo con la Luna. El conejo de jade de la Luna, creador de elixires de la inmortalidad, acompaña en Asia a la diosa Chang’e en su palacio lunar.

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