El número 0 (cero), un símbolo que a simple vista podría resultar de lo más común e, incluso, insignificante, es en realidad una pieza esencial del rompecabezas matemático. Se trata de una cifra que, tanto como haciendo compañía a otros números, como de forma independiente, ha permitido explicar y ayudar a comprender el mundo que nos rodea. Sin embargo, ¿sabes que el origen del número ha sido una completa intriga hasta el siglo XX?

Y es que, fue a lo largo del siglo pasado cuando, mediante el estudio de restos arqueológicos y antiguos documentos, se comprendió que el cero, tal y como lo conocemos, no existía hasta el siglo VI d.C. Ahora bien, la cifra ya se presentaba en escritos de la antigua Babilonia o de las comunidades mayas, aunque en estos casos, no se parecía nada a como es en la actualidad, sino que carecía de significado propio.

LA NUMERACIÓN POSICIONAL

No cabe duda que, en el sistema numérico actual, el número 0 es algo esencial. Dibujando un simple óvalo, aparece la posibilidad de poder escribir y operar con números tan grandes como se quiera de forma sencilla y rápida. Se trata de las ventajas de trabajar con un sistema numérico posicional decimal, es decir, uno en el que es posible operar con solo 10 dígitos en donde, el valor que adopta cada uno, depende de la posición. Es decir, en 80, el 8 adquiere el valor de las decenas, mientras que, en 800, esa misma cifra se identifica con las centenas.

Sin embargo, no todos los sistemas numéricos funcionan así, lo que supone, a nivel operativo, una desventaja enorme. Un ejemplo es el romano, en el cual se usan siete letras para definir al completo de cifras: I, V, X, L, C, D, M. La diferencia es que, en este caso, esas letras siempre tendrán el mismo valor, sea cual sea su posición. Esto hace que la escritura y operación con números grandes sea un proceso más lento y dificultoso: el número escrito en numeración posicional como 3.988, en numeración romana se identifica como MMMCMLXXXVIII.

BABILONIA Y LOS MAYAS

La primera aparición del número 0 se remonta a los escritos babilónicos alrededor del siglo III a.C. Sin embargo, aquí la cifra tenía un aspecto y un significado muy diferente al que conocemos hoy en día. En Babilonia, los sabios escribían sobre arcilla sin cocer u otros materiales blandos que, mediante procesos de cocción y calentamiento, quedaban duros, permitiendo que sus inscripciones perdurasen en el tiempo. Era una civilización que utilizaba un sistema numérico en base 60, es decir, formaban todos sus números a partir del número 60, basándose en los ángulos y en los tiempos.

Sin embargo, este sistema de cifras tenía una desventaja enorme: no contaban con ningún elemento que diferenciase al número 68 del 608 o del 6008. No obstante, de cara al 400 a. C., sus escritos comienzan a añadir un símbolo para caracterizar cada una de esas cifras y no confundirlas: se trataban de dos “cuñas” que representaban en el sitio donde nosotros colocaríamos los ceros. Sin embargo, era algo que carecía de significado propio y únicamente tenía como objetivo la diferenciación de los números.

Algo parecido se ideó de forma paralela en los sistemas numéricos de las civilizaciones mesoamericanas, en concreto, de los mayas. En este caso, la primera documentación data del 36 a.C., y el símbolo se identificaba con una especie de óvalo tumbado, con diversas rayas divisorias en su interior.

PRIMERA APARICIÓN EN LA INDIA

La identificación del número 0 como una cifra con significado propio no llegó, sin embargo, hasta el siglo XI de la mano del matemático indio Brahmagupta. En sus escritos, teorizó sobre el concepto del cero, identificándolo con un número propio con valor nulo y definiéndolo como el resultado de restar un número a sí mismo.

Parece ser que esa definición se extendió y el cero se incluyó de forma activa en la notación india. Uno de los primeros testimonios de su uso son las inscripciones de Gwalior, en el año 876. En ellas, se explica que en la ciudad de Gwalior se plantaron jardines que ocupaban una extensión de 187 x 250 hastas (antigua unidad de medida) y se plantaron flores que servían para abastecer con 50 guirnaldas al día a los empleados. Los números 250 y 50 aparecen escritos con un cero cuya forma se asemeja a la utilizada hoy en día, solo que más pequeño y elevado, algo así como un superíndice.

INTRODUCCIÓN A EUROPA

Los registros numéricos parecen indicar que, a partir de ese momento, su uso se popularizó. Así, en el siglo IX, el matemático indio Mahavira estudió y estableció las operaciones de suma, resta y multiplicación que involucraban al número 0. Sin embargo, falló en el resultado de la división, el cual fue corregido en el siglo XII por Bhaskara II, el último matemático clásico de la India. Fue además este matemático el que popularizó la famosa fórmula ax2+bx+c=0 usada para resolver los polinomios de segundo grado.

Leonardo Fibonacci, padre de la famosa espiral que aproxima la proporción áurea, fue el encargado de introducir ese sistema decimal posicional en Europa, además de designar al número 0 por primera vez. Su nombre derivó desde el sánscrito, una lengua india, shunya, al árabe sifr, y de ahí al latín, zephyrum. Fibonacci tomó la traducción al italiano, zefiro, y utilizó el dialecto hablado en Venecia para apodarlo, finalmente, zero.

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