Durante el verano de asfixiante calor, la caída de unas gotas de lluvia en forma de tormenta veraniega es algo más que apetecible. Y más si es un fenómeno que ocurre tras unos días o semanas de sequía, en la cual la vegetación está necesitada de hidratación y la lluvia regala un espectáculo de aromas y olores a tierra mojada y humedad deleitoso para todos los olfatos. 

Porque sí, esos olores que captas durante los momentos de precipitaciones son reales y, de hecho, tienen una explicación científica y hasta un nombre: el petricor. Sin embargo, el aroma está compuesto de una combinación de diferentes sustancias más allá del propio petricor. Te explicamos cuál es el funcionamiento de la tierra y la naturaleza durante las sequías y a qué se debe ese característico «olor a lluvia».

UNA MEZCLA DE AROMAS

El olor a tierra mojada o a lluvia es un efecto que surge de la combinación de dos sustancias principales: el petricor y la geosmina. Ambos son componentes naturales del suelo y de las plantas que, al entrar en contacto con la lluvia, producen una serie de reacciones de las cuales emerge el inigualable aroma.

Por su parte, el petricor es un aceite que expulsan algunas plantas como parte de sus procesos metabólicos. Se trata de una sustancia que se desprende de las hojas verdes para quedarse retenida en los suelos y piedras de alrededor. Con la llegada de la lluvia, el petricor se libera en un proceso más que curioso: crea pequeñas burbujas dentro de la gota de agua que le permiten ascender hasta la superficie, donde se rompe y pasa al aire en una especie de efervescencia de olores.

El término petricor fue apodado en una publicación de Nature del año 1965, de la mano de los geólogos australianos Isabel Joy Bear y R. G. Thomas. Sin embargo, este fascinante proceso por el que se libera al aire no fue descubierto hasta 2015, año en el cual ciertos científicos del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), consiguieron utilizar cámaras de alta velocidad para mostrar cómo el olor se introducía en el aire.

En combinación con el petricor, actúa la geosmina. Esta es una molécula producida por la bacteria Streptomyces coelicolor, junto a otras cianobacterias que se hallan en el suelo, y que únicamente son perceptibles cuando la tierra se humedece. Así, con la llegada de la lluvia, la geosmina se mezcla con el aire y el petricor, generando el característico olor.

Pero, ¿sabías que se puede mezclar con una sustancia más? Y es que, si hay tormenta eléctrica, y en el aire aparecen partículas cargadas, estas pueden alterar el ozono atmosférico, proporcionando un olor «chamuscado». Al combinarse este aroma con el de la geosmina y el petricor, se crea esa sensación que quizás reconozcas como «olor a tormenta», y que caracteriza muchas de las noches veraniegas.

UNA CUESTIÓN EVOLUTIVA

Sin embargo, lo más curioso de todo esto no es que la lluvia interfiera con algunas sustancias produciendo un cierto olor, sino que ese aroma sea algo agradable y gustoso para los humanos. Y la culpa de esto la tiene, en mayor modo, la evolución.

Y es que los diferentes olores que se perciben tienen la capacidad de activar una conexión neuronal en el cerebro de forma tan rápida como lo hacen, por ejemplo, las emociones. El olfato está conectado directamente a la amígdala y al sistema límbico, que son áreas del cerebro encargadas del desarrollo y la gestión de los estados emocionales. Así, es posible que el reconocimiento de ciertos perfumes active zonas del cerebro con estructuras antiguas.

En este caso, debemos recordar que, en la Antigüedad, nuestros antepasados lograron establecer una relación positiva con ese olor, ya que era un indicativo de que la temporada seca estaba por terminar y las lluvias, y por lo tanto, la maduración de las cosechas, se encontraban cada vez más cerca. De esta forma, el olor se arraigó a ese sentimiento en el pasado, transmitiéndose a lo largo de las generaciones y llegando hasta la actualidad como un sentimiento fuerte y satisfactorio.

el mundo animal

Pero no solo es un olor característico para la raza humana, sino que juega un papel de suma importancia para muchas de las especies que componen el mundo animal. Así, por ejemplo, para muchos peces, la presencia de petricor en el agua es un símbolo de que el verano se ha terminado y empieza el otoño y las lluvias y, con ellas, el momento idóneo para la puesta de huevos.

Otro caso característico son los camellos, en donde cobra más importancia la geosmina. Así, el olor de esa sustancia se traduce en una pista olfativa para estos animales, pues les ayuda a detectar los oasis cercanos en el desierto y así, abastecerse de agua e hidratarse para sobrevivir a las largas jornadas de agonizante calor.

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