Los chimpancés –Pan troglodytes- comparten casi el 99% de su ADN con los seres humanos. En el Santuario de primates Lwiro, en el Parque Nacional Kahuzi-Biega, en la República Democrática del Congo, este vínculo genético quizás se refleje en las relaciones que se forman entre los chimpancés huérfanos y sus cuidadores humanos. 

Los chimpancés salvajes generalmente permanecen cerca de sus madres hasta que tienen alrededor de 5 años, por lo que cuando los cazadores furtivos matan a una madre, la separación puede causar un daño irreparable para los jóvenes en desarrollo. Muchos de los chimpancés huérfanos llevados al santuario por los funcionarios de vida silvestre congoleños llegan con heridas tanto físicas como emocionales.

Sin embargo, la curación en el santuario funciona en ambos sentidos: algunos de los cuidadores que alimentan, abrazan y ayudan a rehabilitar a los chimpancés son víctimas de abuso sexual que han encontrado independencia y empleo trabajando con estos animales. 

El fotógrafo Marcus Westberg, autor de esta instantánea, y quien pasó varias semanas en el santuario, cuenta que «los cuidadores tratan a los chimpancés con tanta ternura como si fueran niños humanos, y los chimpancés jóvenes, del mismo modo, a menudo actúan como niños, mostrándose juguetones, traviesos y vulnerables».

Nuestras conexiones genéticas y ecológicas con otras criaturas se extienden más allá de los grandes simios, y podría decirse que nuestro cuidado también debería hacerlo. “Ver a los humanos como completamente separados de otras especies, es moral y fácticamente incorrecto”, opina Westberg. “Somos más similares a ellos de lo que nos damos cuenta”.

Fotografía finalista en la categoría: Human / Nature del certamen de fotografía de Naturaleza The BigPicture 2023, organizado por la Academia de las Ciencias de California

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