Demasiadas veces, los seres humanos nos vanagloriamos de ser los inventores de todo. Pero a pesar de lo que pueda parecer, no somos los únicos capaces de utilizar herramientas, practicar la ganadería, o elegir a nuestros líderes. Si nos paramos un momento a observar la naturaleza, veremos animales que, en muchos casos, empezaron con estas prácticas antes de que existiese el Homo sapiens. Además no se trata de especies o familias concretas, sino que podemos encontrar ejemplos en diferentes ramas del árbol evolutivo, desde los insectos hasta los primates.

Empezando con el ejemplo del uso de herramientas, hemos observado que algunos primates utilizan ramas como “cubiertos” para alimentarse. Otros animales más distantes evolutivamente, como las nutrias, buscan las piedras más adecuadas para romper el duro caparazón de los bivalvos, y muchas de las aves actuales emplean ramas u otros objetos con los que son capaces de resolver los complejos puzles que les plantean los biólogos. Si seguimos con la ganadería, algunas especies de hormigas llevan decenas de millones de años ejerciendo como pastoras de pulgones, mientras que los humanos apenas diez mil, y otras de sus especies también cultivan los hongos de los que se alimentan.

Por ello, en un tema tan importante para la supervivencia como es la elección de un líder capaz, igual también podríamos hacer cura de humildad y echar un vistazo a la naturaleza para ver cómo los animales toman sus decisiones.

Ni macho ni alfa

La idea de los “machos alfa” ha calado profundamente en la sociedad. Este concepto de líder nato surgió en 1947, tras la publicación del libro ‘Estudios sobre las expresiones de los lobos’, de Rudolph Schenkel. Aunque Schenkel no nombra directamente a los “machos alfa”, en este libro se estudia al detalle el comportamiento de una manada de lobos que se encontraban en cautividad en el centro zoológico de Basilea. En el estudio, Schenkel mostraba a una pareja de líderes (el lobo y la loba “alfa”) que dominaban sobre el resto de la manada del zoo.

El libro en sí no fue especialmente relevante para el público general, pero marcó las pautas de los estudios posteriores del comportamiento de los lobos. 23 años después, en 1970, el etólogo conocido como L. David Mech publicó una revisión de todo el conocimiento sobre comportamiento lobos de la época, así como estudios propios, en el libro ‘El lobo: ecología y comportamiento de una especie amenazada’. El inesperado interés del público en este tema, permitió que el libro se hiciese hueco entre los más vendidos, y ayudó a popularizar la idea del “macho alfa”. Por el motivo que sea, la “hembra alfa” no caló tanto en el público general. Tras su éxito, Mech siguió estudiando el comportamiento de los lobos con técnicas más avanzadas. Y cuanto más aprendía, más se horrorizaba ante el tremendo error que había cometido.

No se nace para líder

Las dinámicas que se observaban en los ejemplares de lobos en cautividad eran el resultado de confinar ejemplares de distinta procedencia en lugares pequeños. En estos entornos resulta imposible estudiar el comportamiento de los animales, ya que equivaldría a extraer conclusiones generales sobre el comportamiento humano tras encerrar de por vida a 4 vecinos en un ascensor. En la naturaleza, las manadas de lobos suelen estar formadas por los progenitores y sus crías, por lo que la pareja de “líderes” generalmente son el macho y la hembra reproductores.

Por esta razón, David Mech se convirtió en el mayor detractor de la idea que él había popularizado. Sin embargo, una cosa es revisar el conocimiento científico y otra tratar de luchar contra una idea que ya se ha impuesto en la sociedad. Lo primero se hace constantemente, lo segundo puede llegar a ser imposible.

¿Cómo se elige a un líder?

Como hemos podido ver, en el caso de los lobos los líderes son los progenitores. Pero otros animales sí que eligen a los ejemplares que van a seguir. Las especies más parecidas a nosotros, otros primates, como los chimpancés o los gorilas, tampoco han escapado de la idea del “macho alfa”. Aunque en este caso sí que puede ser más cierta, pero con muchos matices.

Las observaciones sobre la estratificación social en la jerarquía de los gorilas y los chimpancés muestran que los grupos generalmente están dominados por un líder que dicta desde los lugares en los que se asientan, hasta la reproducción. Este macho puede ser el más fuerte y violento, pero no es una condición necesaria. De hecho, si el líder tiene un comportamiento demasiado tiránico, aumentan las probabilidades de que los otros miembros del grupo se vuelvan contra él.

Cuando el chimpancé pierde su poder, lo más común es que acabe exiliado del grupo y abandonado a su suerte, pero también existen informes de al menos una decena de casos en los que el desenlace ha sido mucho más violento y los otros miembros han acabado con la vida del exlíder. Por ello, muchas otras veces acaban siendo líderes otros primates que no son los más fuertes, pero, por sus actos, han creado un mayor bienestar entre los miembros del grupo.

¿Y las otras especies?

En otras especies, como elefantes y orcas, la líder de la manada suele ser la hembra con mayor edad, ya que también es la que acumula más conocimiento del terreno y de los lugares de interés, como zonas de pesca o tierras fértiles de pasto. En estas sociedades matriarcales, las hembras comparten su sabiduría con las crías más jóvenes, y por ello son los miembros de mayor importancia para la supervivencia del grupo.

Sin embargo, estos no son los únicos métodos para elegir líderes. En algunas especies, como las hienas manchadas, el poder se podría comparar con una monarquía, ya que las futuras líderes vienen determinadas por el sexo o el linaje. Pero en otras, los criterios de elección son muy diferentes, como el tipo de alimentación que se les da a las abejas durante sus primeras semanas de vida o, en el caso de algunos peces como los Gasterosteidae, los miembros seguirán al espécimen más atractivo.

Por estos motivos es importante descartar la idea de que el animal más violento es el más adecuado para gobernar al resto. Las cualidades de un líder en el reino animal dependen de la especie: la sabiduría y la experiencia, el ser más atractiva, o la capacidad de aportar bienestar al grupo son algunos de estos ejemplos. Si bien en humanos es mucho más complejo, gracias a estos estudios podemos hallar paralelismos de nuestro propio comportamiento y entender, o imitar, lo que otros animales hacen para ser los líderes.

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