La palabra «récord» suele contener connotaciones positivas, excepto cuando se trata de temperaturas globales. El lunes 3 de julio, la Tierra había alcanzado su cifra diaria más elevada desde que existen datos: 17ºC que superaban a los 16,9ºC registrados en agosto de 2016, según los Centros Nacionales de Predicción Ambiental de Estados Unidos. Sin embargo, al día siguiente el número aumentó a 17,18ºC, produciéndose así un doble récord que preocupa a los expertos, que aseguran que esta máxima volverá a rebasarse en los próximos días.

El verano en el hemisferio norte empezó hace poco más de dos semanas y ya amenaza con ser el más caluroso de la historia, y probablemente el más frío de los que seguirán, si continúa la tendencia de los últimos años. Esta realidad saca a relucir la lenta acción por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, cuyos peligros se están manifestando a través del aumento de temperaturas atmosféricas y también oceánicas. 

En este sentido, la Organización Meteorológica Mundial ha advertido de la llegada de El Niño al Pacífico tropical, tras tres episodios de convivencia con su fenómeno contrario, La Niña. Y sus condiciones harán que, sumadas a una situación crítica respecto al calentamiento global antropogénico, batamos varios récords en esta temporada estival. 

frenar la cadena de récords solo es posible con acción inmediata

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ha hablado: el calentamiento por encima de 1,5ºC en un corto plazo es probable, a menos que actuemos ahora. La cifra límite se estableció en el Acuerdo de París de 2015, firmado por 126 países en la COP21, y ya está cerca de ser superada. Por ello, los expertos en cambio climático sugieren que las instituciones insistan en efectuar recortes a las emisiones de gases de efecto invernadero, producidas por la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas.

Hasta ahora, los esfuerzos de la Agenda 2030 por reducir esta amenaza no han dado sus frutos, y el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido a los países que adelanten sus objetivos para llegar a cero emisiones de carbono y, por consiguiente, para frenar las consecuencias ya notables del calentamiento global.

Del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023 se celebrará la cumbre climática anual de la ONU, la COP28, en los Emiratos Árabes Unidos, y las sensaciones con respecto a los resultados son desalentadoras. En esta línea, un fracaso en la acción por mantener la temperatura media global por debajo del 1,5ºC de calentamiento puede convertir la emergencia en irreversible.

el niño, un peligro para la supervivencia

Ya estamos sufriendo los efectos del aumento exponencial de temperaturas. En España, la primera ola de calor del verano 2023, que se extendió entre la penúltima y última semana de junio, se cobró 27 vidas: la mayoría de ellas, en el sur de la península, donde las cifras alcanzaron los 45ºC. 

Panoramas similares han tenido lugar en otros puntos del hemisferio norte: en México y parte de Estados Unidos, un domo -o cúpula- de calor sometió al país a un calor sin precedentes; en la capital de China, Pekín, se alcanzó una temperatura récord histórica de 41,8ºC tan solo un día después del comienzo oficial del verano, y en India algunas muertes en regiones desfavorecidas se relacionan con el calor extremo.

También la flora y la fauna de nuestros ecosistemas está en peligro: expertos de la OMM pronostican que algunas de las alteraciones climáticas a causa del calentamiento global se manifestarán en forma de sequías prolongadas, o ciclones tropicales que amenazan con ser más intensos.

El anterior episodio de El Niño ya comprometió la supervivencia de muchas especies, como los pingüinos y cormoranes voladores de las Galápagos, cuya población se redujo en un 30%. Ahora, la emergencia es todavía mayor, y las autoridades en materia de cambio climático ya se refieren a este fenómeno -potenciado por la actividad humana- como una «sentencia de muerte» para los ecosistemas y las personas.

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