No cabe duda de que las olas de calor de los últimos veranos, han supuesto todo un problema para la salud. Las altas temperaturas afectan de manera negativa al funcionamiento del organismo disminuyendo su eficiencia, ocasionando diferentes tipos de dolencias que, en los casos más extremos, pueden dar lugar a grandes deterioros en la salud e, incluso, la muerte. Pero las altas temperaturas no son el único problema durante las olas de calor.

Existe un elemento invisible que se va abriendo paso en la atmósfera a medida que el aire contenido en esta aumenta de temperatura: el ozono. Se trata de un gas producido por la incidencia de la radiación solar en las moléculas originadas en la polución y que, además de colaborar al efecto invernadero, representa un potente oxidante que agrede a la salud. De hecho, fue responsable de un significativo porcentaje de las muertes producidas en Europa en la ola de calor del pasado verano.

EL OZONO TROPOSFÉRICO

El ozono es uno de los gases de la atmósfera más singulares y es que, dependiendo de donde se ubique, tendrá unas características “buenas” o “malas”.  Así, el “ozono bueno” es el que se encuentra en la estratosfera, es decir, entre 10 y 50 km por encima de la superficie terrestre y es un gas beneficioso, pues protege a la Tierra de los rayos ultravioletas. Sin embargo, el “ozono malo”, repartido por la capa de la atmósfera más pegada a la superficie terrestre, toma el papel de contaminante y nocivo.

Al encontrarse en la fracción de aire respirable, el «ozono malo» está directamente en contacto con las vías respiratorias, lo que lo convierte en un gas perjudicial para la salud debido a su carácter oxidante. Además, su aumento colabora al efecto invernadero en gran medida, pues genera una capa que calienta la Tierra, no dejando escapar el calor que emana. 

La producción de “ozono malo” es un proceso que aumenta durante las épocas de altas temperaturas y que, lamentablemente, se acelera de forma exponencial en las olas de calor. Se crea en reacciones químicas donde participan la radiación solar, hidrocarburos atmosféricos, y el dióxido de nitrógeno. Este último es un gas producido directamente en fenómenos de polución, como la quema de combustibles fósiles, el transporte por carretera, las refinerías, uso de disolventes, mala gestión de los vertederos, exceso de ganado… 

De esta forma, cuando los rayos del Sol alcanzan los hidrocarburos (COVs) y las moléculas de dióxido de nitrógeno (NO2), las excitan permitiéndolas interactuar entre ellas, combinándose sus átomos de oxígeno, y dando lugar a moléculas de ozono (O3). A mayor temperatura y mayor polución, la producción de ozono crece. Es por esta razón, que los principales focos de formación de ozono son los núcleos urbanos, donde la isla térmica y el nivel de gases contaminantes representan una combinación idónea.

EL OZONO Y LA SALUD

La Agencia Europea de Medio Ambiente estima que, cada año, se producen en España entre 1.500 y 1.800 muertes prematuras por contaminación de ozono. La cifra asciende hasta 24.000 muertes cuando se tratan datos de toda Europa. Sin embargo, el aumento de temperatura previsto para los próximos veranos debido al cambio climático, hacen peligrar la estabilidad de estas cifras y los expertos apuntan a que se incrementarán.

Actualmente, el umbral de existencia de ozono troposférico está en 120 miligramos por metro cúbico de aire, medio en 8 horas. Aún así, las autoridades afirman que sería conveniente para la salud no alcanzar ese límite más de 25 veces al año. En el caso de que la concentración aumente hasta los 180 miligramos, es obligatoria la activación de una alerta sanitaria para la población.

Los síntomas más inmediatos de la exposición a altos niveles de ozono son las tos, la irritación de garganta, el dolor en el pecho durante la toma de aire o, incluso, la falta de aire en la respiración. Sin embargo, con largas exposiciones, las consecuencias pueden ser mucho peores, debido a que el ozono es un gas con potencial oxidante, es decir, un fluido con la capacidad de hacer que los átomos pierdan electrones y se oxiden en el proceso. Al respirarlo, una pequeña parte se absorbe a la sangre, donde puede reaccionar con proteínas y lípidos de las membranas biológicas, dañando y alterando su composición.

Así, los daños van desde irritaciones e infecciones en el sistema respiratorio, hasta reducciones de la función pulmonar que derivan en enfermedades crónicas como enfisemas, bronquitis o asma o, incluso, provocan hiperreactividad bronquial y graves infecciones en el sistema respiratorio. En los casos más graves, esa dificultad en el correcto tráfico de oxígeno puede derivar en accidentes cardiovasculares con alta probabilidad de mortalidad.

EL PELIGRO EN LA PERIFERIA

Una característica muy importante de la formación de este tipo de ozono troposférico es que la reacción fotoquímica de transformación del dióxido de nitrógeno requiere de una cierta distancia de ejecución. Es decir, reactivos y productos no conviven en un mismo lugar. Las consecuencias de esto, a nivel poblacional, son que los niveles de ozono suelen ser mayores en las periferias que en las propias ciudades.

Así, aunque haya más emisiones en los núcleos urbanos y allí el calor se concentre mucho más, la producción de ozono se notará más en la periferia. Sin embargo, la apreciación es únicamente a través de la recogida de datos de calidad del aire, ya que se trata de un gas que pasa desapercibido con relativa facilidad: es prácticamente incoloro e inodoro. Sí es cierto que, en abundante cantidad, presenta un tono algo azulado, pero no es algo tan evidente para los sentidos como, por ejemplo, el humo expedido por un vehículo.

MEDIDAS DE SEGURIDAD

Los expertos apuntan a que el ozono es un tipo de contaminante “complicado” y que, por lo tanto, es difícil de controlar y de investigar. Sin embargo, la Página de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid, propone algunas medidas de seguridad que cada individuo puede seguir para cuidar su salud en momentos de alta producción de ozono y, por lo tanto, de mala calidad del aire.

Entre ellas, plantea no realizar deporte o actividades al aire libre durante las últimas horas del día, pues será cuando los niveles de ozono alcancen mayores picos, programar la salidas para personas con especial sensibilidad respiratoria, reducir o eliminar el consumo de tabaco y, sobretodo, acudir de inmediato a los servicios de urgencias en caso de sentir ahogos, dificultades para respirar o verse abrumado por una tos profunda.

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