El océano ha sido la musa de incontables obras en todas las épocas. Sus profundas aguas han inspirado historias de monstruos marinos, civilizaciones subacuáticas y tesoros hundidos

Y nada más lejos de la realidad. Reposando en la tranquilidad de su lecho hemos encontrado vestigios de épocas pasadas y pecios que cuentan historias fascinantes. Un ejemplo perfecto es el Titanic, el famoso trasatlántico que se hundió a en 1912 a 600 kilómetros de Terranova y cuyos restos reposan a 3.821 metros de profundidad.

Desde que se descubriera su paradero en 1985, millones de personas se han fascinado con las imágenes y los objetos que han sido recuperados de su interior. Incluso hay empresas que por un precio que ronda un cuarto de millón de euros te permiten verlo con tus propios ojos a bordo de un submarino. Estos últimos días, uno de esos submarinos ha desaparecido con 5 personas a bordo, y los intentos de tomar contacto han sido infructuosos. Pero, ¿por qué no pueden bajar equipos de buzos para tratar de encontrarlos?

Bajo presión

La humanidad se encuentra bajo presión, y aunque esta frase tristemente se encuentra en demasiados entornos, como el laboral o el político, en este caso se trata de física. Sobre los hombros de todas las personas que se encuentran a nivel del mar se encuentra una columna de aire de unos 12 kilómetros de altura, que nos aplica una presión en todas direcciones de aproximadamente 1 atmósfera. Afortunadamente, no somos capaces de notarlo, ya que hemos evolucionado a esta presión y la soportamos en nuestro día a día. Pero esta presión puede cambiar.

Las variaciones se producen con el cambio del clima. Cuando se acerca una borrasca, la presión atmosférica disminuye, y algunas personas especialmente sensibles sí que son capaces de notarlo. Para estas personas, las tormentas suelen ser los desencadenantes de dolores de cabeza, migrañas o malestar intestinal. Subir a cumbres elevadas también disminuye la presión, por lo que se puede producir el conocido como “mal de altura”. Afortunadamente, el cuerpo suele acostumbrarse rápidamente, ya que el cambio de presión al que estamos sometidos suele ser bastante pequeño. A no ser que decidamos sumergirnos.

Cómo llegar al Titanic buceando

Con la desaparición del submarino Titan, muchas personas están preguntándose por qué no pueden descender buzos a la zona para ayudar con las labores de rescate. Pero cuando nos sumergimos en un líquido, el cuerpo sufre una serie de cambios que empeoran su función según aumenta la profundidad. Por ello, si una persona decidiese descender hasta allí, moriría antes de recorrer una décima parte del descenso.

Al sumergimos en agua y comenzar a bajar, lo primero que notaremos es una diferencia de presión en los oídos. El aire en el interior del tímpano se comprime, y esta membrana se estira, provocando dolor. Hasta aquí únicamente hemos descendido 5 metros, todavía quedan 3.815 metros para el Titanic. Este dolor de oídos puede desaparecer fácilmente compensando el cambio de presión mediante la maniobra Valsalva. Para realizarla, hay que tapar la boca y la nariz y tratar de expulsar el aire. Esta maniobra fuerza la entrada de aire al oído medio a través de las trompas de Eustaquio y, con ello se equilibran las presiones, lo que nos permite seguir descendiendo.

Más o menos cada 10 metros de líquido sobre nuestras cabezas aumenta la presión en una atmósfera, pero si seguimos compensando los oídos podemos seguir bajando. Sin embargo, es bastante probable que nos quedemos sin aire pronto, por lo que es mejor contener aire a presión en botellas para poder seguir respirando. Por seguridad, el buceo recreativo más básico se practica hasta a 18 metros de profundidad, pero puede llegar hasta 40 metros con el nivel adecuado. Este buceo requiere de entrenamiento, ya que los gases que respiramos también se comportan diferente a una mayor presión.

El aire se vuelve tóxico

Aproximadamente a partir de los 30 metros de profundidad, comienza un proceso denominado narcosis de nitrógeno. Al respirar aire comprimido, la cantidad total de aire que acumulan los tejidos aumenta. Esto provoca cambios en el delicado equilibrio que tenemos en nuestro interior e interfiere con los procesos metabólicos normales, especialmente en nuestro órgano más complejo: el cerebro. Según la conocida como “Ley de los Martinis”, una vez se descienden 20 metros, cada 10 metros de profundidad extra el cuerpo sufre una intoxicación similar al consumo de 1 Martini.

Según se va descendiendo, los síntomas van empeorando desde una peor toma de decisiones hasta euforia, dolor de cabeza, desorientación e incluso pérdida de conciencia, que a esas profundidades puede significar la muerte. La pérdida de conciencia suele producirse a partir de los 90 metros, por lo que todavía quedarían 3.730 metros hasta el Titanic. Sin embargo, este efecto puede minimizarse gracias al uso de otros gases en las botellas de buceo, lo que permite seguir descendiendo, pero entonces el propio oxígeno se vuelve tóxico.

A partir de los 60 metros de profundidad, si respiramos aire normal, entra mucho más oxígeno en nuestros tejidos. En superficie, nos encontrábamos a una atmósfera de presión, pero aquí ya llegamos a las 7. Por ello, el aire que respiramos de la botella es 7 veces más denso, y eso quiere decir que respiramos 7 veces más aire en cada bocanada. Por tanto, a esta presión el oxígeno comienza a volverse tóxico. Los buzos lo pueden notar por pequeños calambres, pero según descienden más y más, se producen náuseas, visión en túnel e incluso convulsiones. Por ello, para seguir descendiendo, es necesario utilizar mezclas de gases especiales y meticulosamente estudiadas.

Cuando te puede la presión

A profundidades mayores de entre 120 y 180 metros (depende de la fuente) se puede producir un síndrome que todavía no se comprende en su plenitud, el síndrome neurológico por alta presión. Cuando ocurre este síndrome causa problemas neurológicos similares a las intoxicaciones anteriores, y la consecuencia más grave sería la muerte. En estos casos se cree que la propia presión es el desencadenante, pero todavía se requieren más estudios al respecto. En nuestro ficticio rescate habríamos descendido 180 metros, por lo que todavía quedan 3.640 hasta el Titanic.

A pesar de estas limitaciones, el récord actual de buceo con botella lo tiene Ahmed Gabr, un exmilitar egipcio que, en 2014, descendió a una profundidad de 332,35 metros en 12 minutos. Tras esto, necesitó más de 15 horas en volver a subir. Sin embargo, entrando en el campo del buceo técnico, el récord más impresionante lo tiene un equipo de COMEX, que en 1988 reparó una tubería a 534 metros de profundidad. Posteriormente, en 1992, la misma empresa comenzó el proyecto Hydra X, donde utilizaron una cámara hiperbárica fuera del agua para simular la presión a 701 metros, donde el buzo simulado pudo probar nuevas mezclas de gases. El experimento fue un éxito y a día de hoy sigue siendo el récord mundial de buceo simulado, pero aún con esta impresionante hazaña, todavía quedarían más de 3.000 metros hasta llegar al Titanic.

El submarino soporta la presión por ti

Afortunadamente el ingenio humano puede superar estos problemas, y por ello se han inventado los submarinos. En un submarino, la estructura soporta la presión de la columna de agua, por lo que en su interior, el aire se encuentra a presión atmosférica y se puede respirar con normalidad. La mayoría de los submarinos militares no suelen poder profundizar más de 600 metros, pero existen algunos especializados para llegar a las profundidades del océano.

Con uno de estos submarinos, el Deepsea Challenger, que fue construido en colaboración con National Geographic, el director de cine James Cameron llegó en 2012 al fondo de la fosa de las Marianas, a 10.898,4 metros de profundidad. Como contó en una entrevista posterior, el descenso fue todo un reto, tanto de ingeniería como mental. Pero fue un éxito gracias al cual se pudo probar esta tecnología y observar el fondo marino.

En el caso de los tripulantes que iban a observar el Titanic, el Titan es un vehículo experimental que no ha sido aprobado por ninguna agencia regulatoria.

Este vehículo, que ya desapareció durante 3 horas en una expedición de hace un año, tiene aire en su interior para unas 96 horas, de las cuales se estima que, a hora de publicación de este artículo, se estima que quedan aproximadamente 30.

Por estos motivos, el día de hoy es decisivo para tratar de establecer contacto. De momento, la guardia costera de Estados Unidos y Canadá se encuentran en la zona buscando el pequeño submarino mediante vehículos no tripulados y, como han indicado en Twitter, han detectado ruidos que podrían proceder de la nave.

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