Jan Laporta estuvo rodeado durante su primera presidencia de personas más o menos leales pero de incuestionable consistencia. Más tarde o más temprano, Marc Ingla, Sandro Rosell o Ferran Soriano le fallaron o le traicionaron; pero pese a ello siempre tuvo a su lado a dos pilares fundamentales: a Johan Cruyff, el que más sabía de todo, y a Txiki Beguiristain , el más listo de la clase. Laporta brillaba como dirigente en la eficacia y en la contención, y su intuición y su ímpetu, que tan buenos resultados le dieron, estuvieron siempre canalizados por la templanza y el parecer de personas quizá no tan valientes y carismáticas pero mucho más inteligentes que él. Quemado por las deserciones y las puñaladas que sufrió en aquella primera etapa, e íntimamente diezmado por la muerte de Cruyff, Laporta se ha rodeado para su segunda presidencia de unos personajes que, sin dudar de su calidad humana y de sus buenas intenciones, son de un nivel francamente inferior. Jan se siente más libre, más él mismo, tiene la sensación de poder hacer absolutamente lo que le viene en gana, pero los catastróficos resultados sugieren que el acierto en su toma de decisiones no es ni mucho menos el que fue. Jordi Cruyff no tiene ninguna obligación de ser como su padre, pero tampoco ninguna posibilidad. Mateu Alemany ficha caro y vende barato –eso las pocas veces que ha conseguido vender algo– de modo que el Barça, estando arruinado, es el club que más ha gastado en fichajes esta temporada para estar en octubre fuera de la Champions. Ferran Soriano no es el rey de la empatía y dejó tirado a Jan cuando más lo necesitaba, pero sus recursos y capacidades, demostradas tanto en el Barça de entonces como en el actual Manchester City, no pueden compararse sin ofensa a las de la pobre Maria Elena Fort , íntima amiga del presidente pero sin ningún otro mérito o habilidad que podamos consignar. Con todas sus sombras y mezquindad, a Sandro Rosell hay que reconocerle unas virtudes que en Rafa Yuste son imposibles de identificar. Por último, la guardia pretoriana que le componen Enric Masip, Jordi Finestres y Josep Bové –pareja de Elena Fort– seguro que le confiere seguridad personal, pero en modo alguno puede tomar sus consejos como los de Cruyff y Beguiristain, y lo que los tres hacen en su relación con los periodistas que no dicen lo que el presidente quiere oír, no sólo no evita el reproche sino que crea un sentimiento de mayor animadversión contra el presidente y su Junta. Noticias Relacionadas opinion Si Todo irá bien Laporta contacta con Luis Enrique para ficharlo en enero Salvador Sostres opinion Si Todo irá bien Xavi y el fútbol masturbatorio Salvador Sostres Además, la desastrosa temporada está generando un ambiente de tensión y división entre los directivos. Si la temporada pasada, cuando acudieron al Bernabéu, eran todos una piña –también antes de saberse el muy favorable resultado del partido– y se les veía hablar animosamente en el palco, reunidos en un solo corrillo, la estampa del domingo, también en la previa del encuentro, fue totalmente cla contraria. Caras largas, cada uno por su lado. Eduard Romeu , vicepresidente económico, estuvo casi todo el rato solo, sin hablar con nadie. Juli Guiu , con muletas, andaba aparatosamente a la caza del canapé, también bastante solo, aún con el sobrepeso que adquirió durante los meses en que fueron uña y carne con Laporta, pero habiendo perdido, por aburrimiento y desinterés, la cercanía presidencial. Otros directivos, los que más hablaron y prefieren preservar su identidad, reconocen que el club va a la deriva, que el presidente está cada vez más irascible e intratable, y que las decisiones lógicas que hay que tomar –como el regreso de Luis Enrique – serán difíciles de concretar; y las más irracionales, como el retorno de Messi , son una completa locura, sin ningún sentido deportivo y con un peso económico muy superior al que puede permitirse la entidad. Eso por no hablar del papelón del presidente bajando a quejarse al vestuario arbitral, desesperado recurso de perdedores. Laporta está solo. No tiene a nadie más inteligente que él a su lado a quien pueda consultar. El hooliganismo de su entorno es tal que ha llegado la hora de preguntarse si es una virtud o un lastre su incuestionable lealtad.

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