Los productos del mar sostenibles podrían proporcionar más nutrición a las personas que la carne de res, cerdo y pollo, al tiempo que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, informa un artículo que bajo el título Assessing seafood nutritional diversity together with climate impacts informs more comprehensive dietary advice se publica esta semana en la revista especializada Communications Earth & Environment. Los hallazgos sugieren que las políticas para promover los productos del mar en las dietas como sustituto de otras proteínas animales podrían mejorar la seguridad alimentaria en el futuro y ayudar a abordar el cambio climático.

Es un hecho que para alimentar a una población creciente, las dietas humanas en todo el mundo deben volverse más nutritivas al tiempo que reducen su huella climática para así mantenerse al día con el crecimiento de la población. También es conocido desde hace mucho tiempo que los mariscos son una buena fuente de proteínas, ácidos grasos, vitaminas y minerales, y en este sentido, ya investigaciones anteriores han demostrado los beneficios ambientales potenciales de reemplazar la carne con mariscos en las dietas. Sin embargo, hasta ahora, las estrategias para reducir las emisiones en cuanto a las dietas del futuro generalmente se centran principalmente en promover «dietas verdes» basadas en vegetales, o a veces en ideas ampliamente rechazadas culturalmente en la actualidad como comer insectos, y pasan por alto el potencial de las llamadas «dietas azules», basadas en mariscos y pescados.

Para tratar poner números a los impactos ambientales y posibilidades nutricionales de las dietas azules, los autores principales del estudio Peter Tyedmers, Elinor Hallström y sus colegas analizaron la densidad de nutrientes y los impactos climáticos derivados de las fuentes de pescados y mariscos de importancia mundial, tanto capturados en la naturaleza como cultivados, basándose en los datos de pesca y acuicultura del año 2015.

Los investigadores descubrieron que especies como el salmón, el arenque, la caballa y la las anchoas, así como los mejillones y las ostras cultivadas, tuvieron los impactos climáticos más bajos en relación con su valor nutricional. Así, la mitad de las especies de mariscos analizadas tenían una mayor densidad de nutrientes y emitían menos gases de efecto invernadero que la carne de res, cerdo y pollo.

El equipo de Tyedmers y Hallström también encontró que las diferencias en los métodos de producción y recolección crean una gran variabilidad en los impactos climáticos producidos en la cría de cada especie, y en este sentido declaran que «para reducir aún más las emisiones, la industria pesquera debería adoptar tecnologías de pesca eficientes en combustible y dejar recuperarse a las poblaciones agotadas mientras que la acuicultura produce más peces y mariscos y encuentra fuentes de alimento para peces más benévolos con el clima».

Y si bien esta investigación se enfoca en las emisiones de gases de efecto invernadero y no en los impactos potenciales en los ecosistemas, los hallazgos resaltan la posibilidad de que los productos del mar proporcionen una fuente sostenible de alimentos nutritivos que beneficien al clima. Los autores concluyen que las políticas para ayudar a abordar el cambio climático y la mala alimentación deberían promover el consumo sostenible de productos del mar.

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