Los orígenes de la formación de la Luna siguen sin estar nada claros. Al respecto existen varias teorías, de la cuales la teoría del gran impacto, la cual defiende que nuestro satélite se formó a causa de un impacto de la Tierra con otro pequeño planeta de aproximadamente el tamaño de Marte, es la más aceptada. Otras defienden, por ejemplo, que la Luna podría haber sido capturada por la gravedad de nuestro planeta, o incluso que ambas se pudieran haber formado al mismo tiempo.

Sea como fuere, el caso es que la Luna lleva acompañando a la Tierra desde su formación, hace unos 4.500 millones de años. Y pese a la estrecha y larga relación que mantienen ambos cuerpos celestes, puede decirse que nuestro satélite es un astro bastante reservado que solo muestra una de sus caras a la Tierra, manteniendo la otra oculta a lo largo de siglos y milenios ¿Pero por qué sucede esto?

En un primer momento, la explicación más lógica pasaría por suponer que la Luna es estática, que no rota. No obstante de ser así, al orbitar la Luna alrededor de la Tierra esta nos mostraría una cara distinta en base a su posición con respecto a nuestro planeta. De hecho, hoy sabemos de sobra que la Luna posee rotación y que el tiempo que emplea en dar una vuelta sobre su propio eje es el mismo que tarda en completar una órbita alrededor de nuestro planeta, y ese es precisamente el motivo por el que la Luna nos muestra siempre la misma cara: un fenómeno conocido como rotación sincrónica.

Tanto el periodo de rotación de la Luna como su periodo orbital duran algo menos de 4 semanas

Pero llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Cómo han llegado la Luna y la Tierra a acoplar sus movimientos de una manera tan sincronizada? La razón se halla en la fuerza de la gravedad, en un mecanismo conocido como acoplamiento de marea. Es sabido que en el pasado, hace millones de años, la Luna ni se encontraba en su posición actual, si no que se hallaba más cerca de la Tierra; ni giraba sobre si misma a la misma velocidad, de hecho, lo hacía mucho más rápido, por lo que hubo un pasado lejano en nuestro planeta en el que fue posible observar las múltiples facetas de la Luna.

Con el paso del tiempo, la fricción generada entre los dos cuerpos celestes y la fuerza de gravedad ha provocado que la Luna se ralentizara hasta sincronizarse con la Tierra. Esto es debido a que existe una tendencia física a que un satélite (más pequeño) de otro cuerpo celeste (más grande) se oriente hacia la configuración de mínima energía, con el lado más pesado orientado hacia el planeta que orbita. Este es el caso de la Luna respecto a la Tierra, pero también de otros numerosos satélites del sistema solar como son, Ío, Europa, Ganímedes y Calisto en el caso de Júpiter, por citar solo algunas de sus lunas más conocidas o Atlas, Prometeo y Calisto, en el caso de Saturno. Como corolario, también cabe destacar que el acoplamiento de marea también puede producirse entre cuerpos de masa parecida, como es el caso del planeta enano Plutón y su luna Caronte, los cuales rotan en sincronía sobre su centro de masas mostrándose siempre una misma cara de manera reciproca.

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