Las rupturas matrimoniales son complejas, más cuando hay hijos de por medio. Los progenitores que ya no conviven a diario con ellos suelen tener obligación de pasarles una pensión para cubrir sus necesidades económicas, incluso cuando cumplen la mayoría de edad. Pero también tienen derecho a seguir educándoles y relacionándose con ellos. Ese equilibrio puede romperse cuando, por ejemplo, los jóvenes se niegan a verlos porque rechazan a su nueva pareja. También cuando alcanzan una edad suficiente como para mantenerse por su cuenta y rechazan las ofertas de trabajo que les llegan. En estas ocasiones los padres pueden sentir que se han convertido en un mero monedero para sus vástagos mayores de edad y deciden acudir a un abogado para cortarles el grifo.

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