En la Tierra las llamas son como lenguas ondulantes, pero no en el espacio. Sin gravedad, el aire caliente carece de la fuerza de flotación necesaria para que las llamas adopten las típicas ondas danzantes que conocemos. En microgravedad forman a veces cúpulas y orbes etéreos que pueden arder a 480 °C (un hornillo de gas a máxima potencia ronda los 1.700 °C). Las llamas de la imagen superior se generaron a bordo de la Estación Espacial Internacional en el marco del ACME (abreviatura en inglés de Combustión Avanzada mediante Experimentos en Microgravedad). «Escritores de ciencia ficción han contactado conmigo –dice Peter Sunderland, investigador del ACME–. Son como de otro mundo». A lo largo de más de cuatro años, el proyecto ACME ha encendido a bordo de la estación más de 1.500 llamas en ensayos para mejorar la seguridad contra incendios de las naves espaciales y perfeccionar los modelos informáticos de combustión. Buena falta hace: la quema de combustibles fósiles sigue siendo una fuente ingente de emisiones de carbono y contaminación atmosférica.

Este artículo pertenece al número de Octubre de 2022 de la revista National Geographic.

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