La velocidad tiene un nuevo rey. Sin el campeón olímpico Marcell Jacobs, que se lesionó antes de las semifinales, fue el medallista de plata en Tokio quien se proclamó campeón mundial de los 100 metros: Fred Kerley.

Este texano lideró un memorable triplete estadounidense (tercero en la historia de los Mundiales) en el hectómetro, tras entrar con sólo dos milésimas de ventaja sobre Marvin Bracy y Trayvon Bromell. Fue la culminación de una carrera en la que, ya desde hace años, se veía venir que podía dar sus frutos.

Ni mucho menos fue una final sencilla. De hecho, Kerley la ganó prácticamente en las últimas dos zancadas.

What a race 🤯@fkerley99 🇺🇸 strikes world 100m gold in 9.86 and leads a US 1-2-3 on home soil 🧹#WorldAthleticsChamps @usatf pic.twitter.com/tvSf11pbEK

— World Athletics (@WorldAthletics) July 17, 2022

El heredero (esta vez sí) de Usain Bolt

La comparativa entre Kerley y Usain Bolt es, en este caso, obligada. El propio velocista estadounidense ha señalado que el jamaicano es su vara de medir… y su techo que romper. «Es absolutamente mi deseo ser el hombre vivo más rápido«, aseguró en una entrevista después de los Juegos.

Y es que su objetivo no es solo ser el más rápido de los 100 metros, sino también de los 200 y de la que hasta ahora ha sido su distancia predilecta, los 400: ya fue el mejor en las tres distancias de la temporada 2021 de la Diamond League.

Hasta Tokio solo había ganado un bronce en el cuádruple hectómetro y el oro en el relevo 4×400 en Doha 2019 que mejoró la plata del año anterior en el Mundial de pista cubierta en Birmingham. Se puso como objetivo ampliar su capacidad… y se ha convertido en el primer atleta en la historia con medallas en los 100 y los 400.

Sus marcas asustan: sus 100 metros más rápidos fueron el 9,84 de Tokio y quiere reducir casi dos segundos de su mejor marca de 19,76 del año pasado en los 200 metros, para luego mejorar los 43,64 en los 400 metros de 2019. Y no sólo quiere ganarlos: quiere lograr los récords del mundo, tanto de 200 como de 400, una vez que el de 100 (los 9,58 de Bolt en Berlín 2009), sigue vigente aún.

A sus 26 años, Kerley está llamado a hacer historia. Con su 1,93 de estatura y sus 93 kilos de peso, su constitución es muy parecida a la de Bolt. No es casual que Ricky Simms, el histórico representante del ‘Rayo’, también lo sea de Kerley.

Congrats 🙌🏿 https://t.co/dTaTtxTnLB

— Usain St. Leo Bolt (@usainbolt) July 17, 2022

Una vida de película… dramática

Hoy toca la gloria, pero la infancia de Fred Kerley no fue nada fácil. Sus padres no estuvieron presentes en su vida ni en la de sus hermanos: el padre acabó en la cárcel y la madre se enganchó al crack y «tomó giros equivocados en la vida».

En lugar de ellos estuvo la mujer más importante de su vida, su tía Virgina o ‘Meme’, como la llaman cariñosamente. Ella fue la encargada de criar a Fred y a sus hermanos a sus 12 primos, con quienes dormía en una habitación todos juntos. Entre ellos hay varios deportistas de primer nivel:

  • Demarea Kerley. El mayor de la familia fue el primero en intentarlo en el deporte, y aunque llegó a tener buenas marcas en el instituto tanto en velocidad como en saltos, se quedó lejos de sus hermanos.
  • Milik Kerley. Hermano menor de Fred, compite como él en los 400 metros y llegaron a competir juntos en los relevos 4×400 del campeonato universitario.
  • Virginia Kerley. La única fémina de la familia, la menor de todos, compite en saltos de altura y longitud.
  • Jeremy Kerley. Primo de Fred, se decantó por el fútbol americano tras probar en el baloncesto y el atletismo. Su carrera deportiva le llevó a ser un gran receptor en los New York Jets de la NFL.

World champion 😬

— Fred Kerley (@fkerley99) July 17, 2022

‘Meme’ es uno de los tatuajes que tiene en su cuerpo, una de sus grandes pasiones. Pese a su aspecto pandillero (algo normal viniendo del contexto del que viene), tiene una enorme espiritualidad y es un ferviente católico.

«De donde vengo, todo el mundo se hace tatuajes. Me hice el primero cuando tenía 12 años, del cual no le conté a mi tía hasta mucho después. Era un versículo de las Escrituras, el Salmo 104, y lo recibí como regalo de cumpleaños. Era un tatuaje callejero, que podías conseguir por unos 200 dólares en comparación con los 1000 de una tienda de tatuajes», relata.

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