Ser la sede del Parlamento europeo podría ser sinónimo de ciudad gris y burocrática. Pero todo lo contrario: Estrasburgo es una ciudad un poco de cuento de hadas, que disfruta de su particular arte de vivir a la alsaciana. Su situación en la frontera franco-alemana le permite disfrutar de lo mejor de los dos países, y resulta un lugar perfecto para recorrer a pie o en bicicleta, parando de vez en cuando en una de sus muchas winstubs (tabernas) o en sus cervecerías típicamente alemanas, para comprender el significado de la intraducible palabra heimlich (una especie de mezcla de íntimo y relajado).

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