Kessie, Christensen, Raphinha y Lewandowski. Un club arruinado tiene que vigilar en qué se gasta el dinero, sobre todo cuando tiene una deuda monstruosa y el poco líquido que acaba de ingresar lo ha obtenido vendiendo patrimonio. Cuando Laporta llegó a la presidencia del Barça en 2003, uno de sus directivos más relevantes, Ferran Soriano, habló del «círculo virtuoso» para justificar una alta inversión en fichajes que llenaría el estadio, generaría ingresos y todo volvería a ir bien. Entonces se fichó a Ronaldinho, que estaba en el mejor momento de su carrera deportiva, y en la directiva había un talento que permitía hacer planes a medio y largo plazo. Hoy la situación del Barcelona es completamente distinta: tiene que construir un estadio nuevo e ir a jugar a Montjuïc, de menor capacidad y de acceso más remoto, lo que sin duda desactivará a una afición no especialmente fiel a su equipo, como se pudo ver en la última eliminatoria de la UEFA, con los alemanes tomando el Camp Nou. Menos aforo, menos público, menos ingresos. Igualmente, las grandes inteligencias en la junta directiva brillan por su ausencia. En este contexto, fichar a Lewandowsky puede considerarse una apuesta, pero pagarle 45 millones (más 5 de incentivos) por un jugador de 34 años no deja de ser algo estrambótico en un club arruinado. Además, que de todos los jugadores que quedaban libres el Barcelona se haya ido a interesar en él, cuyo manager es Pinha Zahavi, gran amigo y exsocio del presidente del club, como explicó ABC cuando se empezó a hablar del fichaje, hace pensar que el interés de la operación podría ser no sólo deportivo. De hecho, el Bayern ha celebrado la venta con gran emoción. Los dirigentes del club bávaro se han alegrado mucho de recibir 60 millones -con esos 10 de suplemento que según El País Laporta habría pagado por hacerse con el jugador a toda costa- por una vieja gloria de 34 años al que en abril decidieron ofrecer la carta de libertad Pero lo que ya queda totalmente fuera del margen de cualquier análisis racional es el fichaje de Raphinha, un jugador del Leeds por el que el Barça ha pagado 65 millones de euros. Es decir, precio de gran estrella sin haberlo demostrado. De este chico sólo sabemos que ha hecho una buena temporada con el Leeds, y que una vez concretado su nuevo fichaje está buscando en Barcelona una casa para 20 personas, lo que justo augura los niveles de concentración que un profesional necesita para competir en la pretendida élite. También sabemos que su manager es Jorge Mendes, por supuesto querido amigo de Laporta y omnipresente en la plantilla del Barça, y que en la operación ha intervenido el exjugador Deco, que pese a formar parte de la estructura del club, ha recibido por el fichaje una comisión del 10%, reconocida por el Barcelona . La sensación en estas operaciones es que hay más amigos que criterio técnico, y más ceros en los cheques del club que calidad objetiva en los fichados. Noticia Relacionada Fútbol estandar No Fichajes bajo sospecha en el Barcelona de Joan Laporta Decvo, captador del Barça en Brasil y Portugal, recomienda al club la contratación de futbolistas a los que representa La otra gran cuestión es si el Barça se acabará vendiendo a De Jong, que parece ser que sí. Pero tiene sentido venderse a un jugador tan estructural para dar cabida a Sergi Roberto y a dos fichajes nuevos tan menores e inciertos como Kessie y Chtistensen? Esta pregunta es sobre todo pertinente en un club arruinado como el Barça, que está gastando ahora lo que serán sus ingresos futuros. Pese a la euforia inmediata que puedan causar algunas incorporaciones, no se debería obviar el hecho de que una vez venidos los derechos de televisión, no se podrán volver a vender. Se trata de un rescate único, lo que significa que cualquier error de hoy no tendrá mañana la misma solución. Por lo tanto, en lugar de mirar a los futbolistas que pueden tener un impacto ahora, el Barça tendría que seguir un modelo de contratación influenciado por la deuda, que priorice también al talento joven con menos salarios, y con mayor valor de reventa. El Barça se está gastando lo que no tiene por una plantilla que ya veremos cómo queda, cuando lo razonable en un club con tanta deuda es gastar lo mínimo y muy cuidadosamente. Para conseguir el dinero, Laporta está privatizando el club poco a poco, a bocados. Los derechos de televisión, el merchandising; en definitiva, el patrimonio. En el apartado institucional se mantiene el mismo caos, la misma improvisación y la misma sensación de club de amigos que en los fichajes. La gira americana ha sido organizada con poco criterio geográfico, y está integrada por 165 personas. Se hace difícil pensar para qué necesita el Barça a 165 personas para una gira americana, y si tiene algún sentido que las desplace en su tan delicada situación económica, pero es a todas luces ridículo que se haya molestado en movilizar a todo este personal sin haber sido capaz de tener la más mínima previsión sobre el pasaporte de Xavi, que todo el mundo sabe que no hace ni medio año estaba trabajando para los malos. Estar arruinado, llevarte a 165 personas a los Estados Unidos y olvidarte al entrenador, no es de club serio, ni de directiva solvente, ni de pronóstico demasiado halagüeño. A lo que sí está atento Laporta es a los dineros: uno de sus hijo, con otro del directivo Rafa Yuste, están creando una agencia de representación de jugadores. De momento aún no está constituida, pero ya reciben pequeños encargos de un manager de Andorra.

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