Lo decía Sócrates y lo dice mi madre: los jóvenes de hoy en día somos unos rebeldes. La idea lleva rondando a los adultos desde hace siglos, literalmente. Les encanta decir que somos un desastre, que nos rebelamos ante todo y que, como el mundo dependa de nosotros, no se sabe qué va a pasar.

Qué curioso, parece que ahora sí depende de nosotros. Porque nos han dejado una Tierra enferma, y una de sus mayores heridas es la pérdida de biodiversidad.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), España presenta más de 85.000 especies. Eso es aproximadamente el 54% de las especies de Europa, y casi el 5% de la biodiversidad mundial. Pero, de acuerdo con el listado elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica, 630 de estas especies necesitan un régimen de protección especial, 139 son consideradas vulnerables y 204 están en peligro de extinción.

Y sabemos por qué. En la página web del Convenio sobre la Diversidad Biológica podemos encontrar las causas que ya nos sabemos de memoria: caza furtiva, incendios forestales, especies invasoras, contaminación y las innumerables consecuencias del cambio climático, entre otras.

Pero las cosas están cambiando. La generación que va a tener que vivir en una Tierra enferma se está haciendo mayor. Y, si somos unos rebeldes que le damos la vuelta a todo, ¿por qué no le damos la vuelta a esto también? ¿Por qué no buscamos la solución desde el problema?

La urbanización es una de las causas de la pérdida de biodiversidad: altera los ecosistemas naturales y fragmenta los hábitats. Sin embargo, a veces se nos olvida que las ciudades también son un ecosistema en sí mismas. Son una mezcla única de especies nativas e introducidas que se enfrentan a presiones generadas por los humanos, como el ruido intenso, la iluminación artificial, la contaminación…

Como señala un artículo publicado en la revista Nature Ecology & Evolution por los investigadores Max R. Lambert y Colin M. Donihue, las especies urbanas necesitan una extraordinaria capacidad de adaptación para sobrevivir en la ciudad. Y podemos usar eso a nuestro favor.

Si estudiamos los patrones evolutivos que siguen estas especies, podemos predecir cómo reaccionarán ante determinadas situaciones. Y entonces solo es cuestión de modificar ligeramente el ambiente para favorecer a las especies nativas o en peligro de extinción, y perjudicar a las invasoras.

Por ejemplo, ciertas aves nativas, como algunos pájaros carpinteros, son depredadores de la avispa asiática, por lo que potenciar sus poblaciones podría servir para controlar esta especie invasora.

Podemos coger los problemas y darles la vuelta, convertir las ciudades en una herramienta que nos ayude a combatir la pérdida de biodiversidad.

Somos esos rebeldes que le dan la vuelta a todo, somos los jóvenes que gritamos que el futuro es nuestro, y os estamos pidiendo ayuda.

El futuro solo es nuestro si estamos dispuestos a luchar por él. Y tenemos que hacerlo juntos.

Y tenemos que hacerlo ahora.

¿Os unís a la rebelión?

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