Amaneció en las Islas Shetland del Sur. Eran las 5 de la madrugada, pero la intensa luz blanca reflejada por los glaciares ya se filtraba por la escotilla, acentuando, aún más si es posible, la desorientación que siempre acompaña a un temprano madrugar. Miré mi reloj y decidí que dormiría las 2 horas que aún tenía por delante hasta que todo en el barco empezara a funcionar.

El “toque de corneta” de hoy sería más temprano de lo habitual. Continuábamos anclados en la bahía de la Isla de la Media Luna, la cual, como si se tratara de un fractal, se encontraba a su vez ubicada dentro de una bahía mayor, la de la isla Livingstone, la segunda más grande del archipiélago.

Mapa de situación de la expedición a la Antártida.Desde la cubierta del Arctic Sunrise admiramos los rayos de sol que inundan las colinas que rodean la Isla de la Media Luna.

Las montañas que nos rodeaban garantizaban que el agua estuviera tranquila, por lo que se trataba del lugar perfecto para que los ingenieros realizaran las primeras pruebas con los submarinos que explorarán los fondos del océano Austral durante los próximos días. También para que la tripulación se pudiera familiarizar con todas las maniobras que tendrían lugar durante las inmersiones programadas.

Ha sido un día largo para todo el mundo: oficiales, ingenieros, científicos, pero sobre todo para una tripulación que en su conjunto se enfrentaba por primera vez a la no poco complicada maniobra de tomar un submarino en la cubierta de un barco y botarlo en el agua. Todo ello con la responsabilidad añadida de salvaguardar la integridad de los dos ocupantes que viajarían en este.

La tripulación comienza los preparativos para realizar las primeras pruebas con los submarinos.La maniobra más delicada es transportar el submarino de la cubierta del Arctic Sunrise al mar.

Han sido varios los intentos previos hasta que la compleja maniobra ha concluido a la perfección. Tras múltiples pruebas la botadura final llegó después del almuerzo. Cada uno de los implicados sabía lo que tenía que hacer y se encontraba en su puesto. La zodiac de apoyo ya estaba en el agua. La grúa mecánica se dispuso a tomar el submarino y a colocarlo sobre la línea de flotación guiado por cuatro cabos manejados por varias personas. Mientras, en el puente de mando todo se seguía con extrema atención: desde las comunicaciones con el submarino o el resto del equipo, a la posición del propio barco, el cual no debía alejarse en demasía de nuestros compañeros que se encontraban bajo agua, los cuales descendieron hasta la friolera de los 425 metros de profundidad ¡425 metros en un submarino no mucho más grande que un Seat panda!

El atardecer nos regala un juego de luces y sombras antes de despedir un día más de expedición antártica.

Ahora los últimos minutos de luz se extinguen entre las densas nubes. Todo ha salido a la perfección y a estas horas descansamos con la seguridad de que todo estará a punto para mañana comenzar con las primeras inmersiones y grabaciones del fondo del mar. Aquí todos coinciden en que ha sido un gran día.

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