Un manto de colores: desmontando una fotografía

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La fotografía de la flora puede disfrutarse durante varios meses al año en nuestra geografía, dependiendo de las zonas y del clima. Podemos comenzar a tomar instantáneas en abril, incluso en marzo, con la primera floración, y alargar esta práctica incluso hasta finales de junio o julio. Una tipología de fotografía que se ve favorecida si le sumamos el desplazamiento por distintas aéreas.

Una de las flores más apreciadas por los amantes de este tipo de macrofotografía, es, sin duda, la orquídea: debido a su gran variedad, belleza y colorido el fotógrafo obtiene un sinfín de oportunidades dentro de esta disciplina. 

En el caso de esta fotografía, nos encontramos ante un gran grupo de Orchis morio, sin duda una buena ocasión para realizar un buen ejercicio de composición. Como norma general, al enfrentarnos a este tipo de imágenes florales, todo fotógrafo debe de llevar consigo el objetivo macro, el cual nos permite lograr un acercamiento excepcional a la flor. Esto nos facilita poder apreciar todos sus detalles y características en su máximo esplendor.

Los datos de la toma son ISO 100; f/2,8; 1/125 seg; cámara réflex full frame; objetivo 70-200 mm; distancia focal 200 mm; trípode

Sin embargo, en esta ocasión vamos a emplear una lente distinta, un objetivo zoom de 70-200 mm a una distancia focal de 200 mm. De esta forma, podemos obtener una perspectiva diferente y desplegar un gran abanico de posibilidades, pues la composición no es de un solo individuo, sino de un grupo formado por muchas flores.

Cuando paseamos por el campo, no contemplamos una única flor, sino que hallamos un gran manto de colores compuesto por un conjunto de ellas. Así pues, con esta imagen, tratamos de transportarnos a este mismo instante, más descriptivo y sensorial. 

Al utilizar la lente con la focal en valores máximos, de 200 mm, con un diafragma abierto f/2.8, logramos un fondo desenfocado. Esto nos permite centrar el interés en una de las flores del grupo, a la vez que intuimos que vive rodeada de más flores de su misma especie, pero también de otras con diversos colores.

El trípode se coloca pegado al suelo, con las patas totalmente desplegadas para lograr una perspectiva a la altura de la pequeña flor de escasos centímetros. Nos tumbamos completamente en el suelo para conseguir el efecto deseado. Otro punto a favor es el desenfoque sobre la hierba, que logramos gracias al diafragma abierto, dando una sensación de flotabilidad.

A nivel compositivo es una oportunidad para que todo fluya utilizando la norma de los tercios, situando al sujeto principal en el punto de interés visual. De esta forma, el espectador podrá leer la imagen al completo de una manera cómoda y agradable.

Siempre podemos dar otro giro compositivo a la fotografía al utilizar un equipo fotográfico diferente al que en un principio debería de emplearse en estos casos. Así, el reportaje fotográfico será más completo y dinámico, dotando a la imagen de unas características únicas.

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