El Dr. Richard Scolyer dudaba si abrir o no los archivos que tenía enfrente. En este caso no había término medio: o las noticias eran muy buenas, o eran terribles. En los archivos estaban los últimos resultados de la resonancia magnética que indicarían la evolución del cáncer que afectaba a su propio cerebro. Si transcurrido un año no había signos de que estaba volviendo, era muy probable que el tratamiento hubiese funcionado. Ahora bien, con las terapias experimentales nunca se sabe, pueden ser todo un acierto o una catástrofe.
Según comenta el propio Scolyer en una entrevista para la BBC, estos resultados le ponían todavía más nervioso que los de hacía un año, cuando comenzó la terapia. En ocasiones, tratar de acabar con las células cancerígenas puede tener un efecto rebote. Esto se debe a que en cada tumor hay distintas poblaciones de células cancerígenas, algunas más sencillas de eliminar y otras más resistentes. Si durante el tratamiento no se acaba con todas ellas, las poblaciones más resistentes pueden volver de forma mucho más agresiva, colonizar otros tejidos y complicar seriamente la vida del paciente.
Pero este investigador australiano de 57 años conocía bien los riesgos, ya que ha dedicado más de 30 años de su vida a desarrollar nuevas terapias contra el cáncer. Por eso, cuando recibió la noticia de que tenía en su cabeza un tipo de glioblastoma especialmente agresivo, él y su compañera, la Dra. Georgina Long decidieron apostar por un contraataque y luchar contra el cáncer con las herramientas con las que disponían.
Del cáncer de piel al cáncer cerebral
Tanto el Dr. Scolyer como la Dra. Long son los codirectores del Instituto del Melanoma en Australia. Allí, han sido partícipes de algunos de los avances más importantes en el tratamiento contra el cáncer de piel en los últimos años. Para que nos hagamos una idea, hace apenas 30 años un melanoma en estadio avanzado era prácticamente una sentencia de muerte. Menos del 10% de las personas a las que se les detectaba esta enfermedad sobrevivía, y los que lo hacían, veían seriamente mermada su calidad de vida. Por ello, este dúo de investigadores comenzó una cruzada contra el melanoma, y desarrollaron nuevos tratamientos con los que curar este tipo de cáncer.
Sus avances en 30 años han sido más que notables, y de su laboratorio han surgido nuevas terapias que han permitido mejorar enormemente el pronóstico de la enfermedad. Por ello, además de incontables premios a su carrera investigadora, el gobierno australiano les ha nombrado “Personas del año 2024”. Los resultados hablan por sí solos. En la actualidad, más del 50% de las personas a las que se les detecta un melanoma avanzado sobreviven, y las secuelas tras la recuperación son mínimas. Pero si hay una tecnología que destaca sobre las demás es la inmunoterapia.
Según explica la doctora Long, la inmunoterapia consiste en enseñarle a las propias herramientas que ofrece el cuerpo a detectar al cáncer y eliminarlo. Al igual que los policías entrenan a sus unidades caninas para detectar explosivos, los oncólogos toman células inmunitarias del propio paciente y les indican qué células han de destruir. De este modo, pueden combinar tratamientos tradicionales, como la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia con inmunoterapia para destruir células cancerígenas que tratan de escapar. De este modo, la combinación destruye un mayor porcentaje de células cancerígenas y mejora el pronóstico de la enfermedad.
Tratando el cerebro del Dr. Scolyer
Las noticias que le dieron a Dr. Scolyer en junio de 2023 eran desesperanzadoras. Cuando le detectaron el glioblastoma, el neurocirujano le informó que, en casos como el suyo únicamente el 25% de los pacientes supera año de vida, aún con tratamiento. Además, el tumor era tan agresivo que probablemente los últimos meses de vida de Richard iban a ser muy duros. Pero el orgullo profesional del médico le impedía irse sin luchar.
El tratamiento que idearon Scolyer y Long requería posponer la cirugía con la que iban a eliminar la masa tumoral, una apuesta muy arriesgada. En el glioblastoma, y en muchos otros tipos de cáncer, posponer un procedimiento es lo equivalente a dejar correr el tiempo antes de intentar desactivar una bomba que no sabes cuándo estallará. Si pasa demasiado tiempo, las células cancerígenas pueden extenderse por el organismo y que ya sea demasiado tarde para que el tratamiento sea efectivo.
Sin embargo, necesitaban dos semanas para poner a punto este nuevo tipo de terapia, por lo que no perdieron el tiempo. Para ello, extrajeron células del sistema inmunológico del propio Scolyer y las pusieron en contacto con las células cancerígenas obtenidas en la biopsia del tumor para entrenarlas. Además, separaron ciertos marcadores del tumor, es decir, pequeñas moléculas que únicamente se expresan en las células cancerígenas, con las que crearon una especie de “vacuna” específica contra el tumor del Dr. Scolyer. Una vez realizado el entrenamiento celular y creada la vacuna, administraron ambos tratamientos y realizaron la cirugía para eliminar la mayor parte del glioblastoma.
Como indica la Dra. Long, esto convierte a Scolyer en un pionero, ya que se trata del primer paciente de glioblastoma en recibir inmunoterapia y una vacuna específica contra su tumor antes de una cirugía de extirpación.
Una apuesta arriesgada
Unas semanas tras la cirugía llegaron los primeros y sorprendentes resultados. No solo el tumor había desaparecido completamente, sino que el sistema inmunológico de Scolyer estaba patrullando todos los recovecos del lugar y destruyendo cualquier célula cancerígena que había podido escapar. Ahora bien, aunque las noticias eran muy positivas, los glioblastomas suelen reaparecer a los 6 meses si la terapia no ha funcionado, por lo que todavía era pronto para cantar victoria. Además, Scolyer no estaba en condiciones de celebrar el éxito.
Debido a la cirugía cerebral, la inmunoterapia y la quimioterapia, el cuerpo de Scolyer se debilitó considerablemente y sufrió ataques epilépticos, un fallo hepático y una grave neumonía en los dos meses siguientes a la intervención. Afortunadamente, tanto el cuerpo como el cerebro del doctor se estabilizaron con el tiempo y ahora, tras 12 meses de terapia, dice que se siente mejor que nunca. En la vida de Scolyer cada día es una celebración que se intensifica cuando recibe nuevos resultados, ya que los escáneres siguen sin mostrar ni rastro del tumor.
De momento, los doctores piden paciencia, ya que se trata de resultados muy preliminares y únicamente aplicados a un caso muy concreto. Sin embargo, ya están investigando a fondo cómo adaptar esta terapia de forma segura y efectiva para los más de 300.000 pacientes que padecen glioblastomas. Según afirman, ya han recibido ofertas de financiación de varias firmas farmacéuticas para seguir desarrollando el tratamiento combinado, una línea de investigación que están más que dispuestos a seguir en un futuro cercano. Estiman que en 5 o 10 años el tratamiento que ha seguido el Dr. Scolyer podría utilizarse de forma rutinaria en las unidades de oncología. El próximo hito de la nueva terapia llegará a los 18 meses tras la intervención. Si sigue sin reaparecer el tumor, el dúo de doctores que se ha propuesto acabar con el cáncer (y especialmente Scolyer) tendrán mucho que celebrar.