La reina Isabel II tuvo la última despedida en su casa. En su morada de Windsor, el cuerpo de la monarca, minutos después de su funeral en Londres, dio un último paseo por las calles de su pueblo, ese que no será «nunca el mismo sin ella», antes de ser enterrada en la Capilla de San Jorge.

En las conversaciones de la gente, en las decenas de banderas que coloreaban «The Long Walk», en las paredes del castillo de Windsor, como si echasen de menos su presencia, en todos sitios afloraba el nombre de la monarca; el gran reclamo de las miles de personas que acudieron al pueblo localizado al oeste de Londres para presentar sus respetos a la reina y derramar unas últimas lágrimas por ella.

«No quería perdérmelo por nada», dijo una visiblemente emocionada Mary. «Es una persona muy especial para nosotros los británicos. La hemos querido durante mucho tiempo y ha conseguido unir este país. Que todo el mundo se haya unido a nosotros en este duelo, es algo maravilloso. Es muy bonito poder estar aquí para decirle adiós. Nunca se va a ir de nuestros corazones».

Mary es solo una de las cerca de 200.000 personas que pasaron este lunes por Windsor y más concretamente por «The Long Walk», el paseo de tres millas (unos cinco kilómetros) que cruza el cercano bosque y que fue construido por su antepasado el rey Carlos II en 1680.

Entre las praderas llenas de ciervos y los frondosos árboles, se extiende un camino que desemboca en el Castillo de Windsor, su residencia la mayor parte del año, y que este lunes estuvo conquistado por el pueblo.

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