Hace unos 180 años, los científicos describieron por primera vez unos dientes fósiles de un tiburón del tamaño de unas manos humanas. Como no podía ser de otra forma, se trataba de los dientes del descomunal megalodón –Otodus megalodon- y desde entonces los paleontólogos han estudiado ávidamente las características sin igual de este magnánimo depredador de los océanos.

Sin embargo, dado que los métodos utilizados para identificar los niveles tróficos en los ecosistemas modernos no se pueden usar en especies extintas hace mucho tiempo, el nivel trófico -entiéndase la posición en la cadena alimentaria- del megalodón, seguía siendo incierto a día de hoy.

Diente de megalodón encontrado en Carolina del Norte, Estados Unidos.

Ahora no obstante, para superar este desafío, el equipo liderado por la investigadora del departamento de geociencias de la Universidad de Princeton, Emma Kast, se ha valido de los niveles de isótopos de nitrógeno presente en el esmalte de los dientes de tiburones y megalodones para determinar su posición trófica dentro de los ecosistemas. Los resultados de su investigación se publican en la revista Science Advances, en un artículo titulado Cenozoic megatooth sharks occupied extremely high trophic positionsen en el que explican que los animales situados en niveles tróficos más altos muestran en su dentición proporciones más altas de nitrógeno-15, ya que este se obtiene principalmente de los alimentos que se incluyen en su dieta.

A continuación, los investigadores aplicaron la innovadora técnica a algunos dientes de megalodón fosilizados. Descubrieron que los megalodones tenían niveles de nitrógeno 15 significativamente más altos que los tiburones blancos, los osos polares y las orcas modernas, lo cual parece apuntar a que estos tiburones megadentados que se extinguieron hace 3,5 millones de años podrían haber ocupado un nivel trófico más alto que cualquier otro depredador oceánico, vivo o extinto, según un nuevo estudio.

Kast y sus colegas sugieren a su vez que Otodus megalodon podría haberse alimentado de todo tipo de presas, desde crías de mamíferos marinos lactantes, hasta de otros tiburones megadentados más pequeños, incluso cayendo en el canibalismo. También, en función de las proporciones de nitrógeno de las moléculas orgánicas traza en el esmalte dental de estos animales, sugieren que las cadenas alimentarias marinas a principios del Cenozoico eran aproximadamente uno o dos pasos más largas que en la actualidad, algo que pudo deberse una mayor productividad en los trópicos a principios del Cenozoico, cuando el clima global era más cálido y los niveles atmosféricos de CO2 eran más altos.

Sin embargo, no todos los megalodones corrieron con la misma suerte. Según los propios datos del equipo de Kast, estos tiburones mostraron una amplia gama de niveles de nitrógeno-15, lo que indica que no todos los individuos grandes se situaron en la cúspide de la cadena alimentaria. Ese lugar estaría reservado para unos cuantos elegidos.

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