Muchos ciudadanos se sienten secuestrados en el ejercicio de sus derechos por unas organizaciones que monopolizan el poder: los partidos políticos.
Se hace necesario un mayor equilibrio entre los grupos políticos y la sociedad.

Hace ya tiempo que los partidos han dejado de representar a los ciudadanos.
Su distanciamiento y falta de credibilidad social es algo tan preocupante como urgente de resolver, y la actual sensación general de corrupción política propicia la desconfianza y la indignación, ampliando el divorcio entre los partidos y la sociedad.

Muchos ciudadanos se sienten incluso secuestrados en el ejercicio de sus derechos por unas organizaciones que monopolizan el poder, controlando tanto el poder legislativo como todos y cada uno de los niveles de gobierno, así como la composición de las más altas instituciones del Estado.

Esta partitocracia limita sustantivamente el ejercicio real de la democracia, y los ciudadanos tienen poco margen en la práctica para decidir sobre la marcha de la sociedad.
Se hace necesario, en definitiva, un mayor equilibrio de poder entre los partidos y la sociedad.

Los partidos se encuentran desde hace años en situación de quiebra técnica, o lo que es lo mismo, tienen un patrimonio neto negativo, por haber ido gastando bastante más de lo que tenían.
Es evidente que algo falla en el funcionamiento de los partidos y su relación con los ciudadanos. Y esta situación ha de cambiar.
Tienen que publicar las cuentas y declarar que no hay investigados por corrupción en sus listas

Los partidos no pueden ignorar esta clara situación de rechazo de la sociedad, y los ciudadanos han de ser activos y contundentes exigiendo urgentemente a los partidos actuaciones claras e inequívocas por la transparencia y contra la corrupción.
Y para ello los ciudadanos no estamos solos, nos acompañan en este empeño muchos aliados: los escasos buenos jueces realmente beligerantes contra la corrupción; pocos medios de comunicación cada vez más activos e incisivos contra los corruptos y unas organizaciones civiles, universidades, etcétera, cada vez más proactivas en combatir la corrupción.

Quienes, por el contrario, se han quedado solos son los partidos, y algo van a tener que hacer de forma urgente para salir de su importante atolladero social en el que se encuentran.
Dado que los partidos han sido incapaces de llegar a un pacto colectivo contra la corrupción, es el momento de que los ciudadanos les exijamos ese compromiso con la sociedad, y que controlemos si lo cumplen a través de nuestro voto en las elecciones, que es de las pocos instrumentos —por no decir el único— que tenemos para hacer algo que pueda influir sobre los partidos.

A la hora de decidir el voto en las próximas elecciones, los ciudadanos deben exigir y valorar la actuación y el compromiso de cambio —si es que lo tienen— de unos y otros ante esta situación.
El criterio de transparencia debería de cumplirse por los partidos en el momento de concurrir a las elecciones.

Antes de decidir el voto, los electores deben exigir y valorar las promesas de rectificación.

Jesús Lizcano Álvarez, presidente de Transparencia Internacional de España y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid

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