El fútbol, tantas veces denostado por la creación de ídolos de barro o por su superficialidad, deja gestos que merecen ser reconocidos. Sergio Reguilón, el lateral español del Tottenham, vio el desvanecimiento de un espectador en la grada y se lo comunicó al árbitro. Eric Dier, el capitán del club londinense, avisó raudo a los médicos del equipo, que acudieron a socorrer y quien sabe si salvar la vida al espectador. El partido se paró, como es lógico, y quedó en el segundo plano que le corresponde al deporte, cuando lo que está en juego es una vida.

La vida, la metafórica, claro está se la está dando Ansu Fati al Barcelona. En un club donde hasta cuatro operarios tienen que vigilar los plomos del Camp Nou por miedo a que salten; donde la Asamblea no tiene final como la pesada deuda del club; donde el cuestionado entrenador es ratificado por falta de alternativas; donde un niño, después de un año lesionado, recuperó la titularidad y devolvió la sonrisa a la parroquia azulgrana con una actuación estelar.

Algunos se quedarán solo con la mitad de la historia, la del penalti más que discutible que le señalaron tras una entrada por detrás en la que Gayá tocó primero el balón y algo el pie. En cualquier otro lugar del campo no se discutiría tanto la falta, pero en el área y con VAR el fútbol se interpreta de otra manera. Hasta ese momento, Ansu había marcado un golazo, había conectado con Jordi Alba casi a la altura del anterior portador del 10 del Barça y, por encima de todo, había contagiado su fútbol feliz al barcelonismo. Un jugador que cambia un equipo.

El Valencia, por ocasiones y por propuesta, hubiese merecido sacar al menos un punto del Camp Nou. La propuesta de Bordalás volvió a ser buena, pero esta vez se estrelló en el poste o en el brazo de Ter Stegen. El partido se convirtió en un buen anuncio de La Liga, tan necesitada de partidos entretenidos, con golazos y polémica. Al menos, para demostrar que el fútbol puede ser igual de divertido que el Mundial de Globos de Ibai y Piqué.

El Barça no se descuelga y llegará al Clásico con buenas sensaciones ligueras. Todo lo contrario que el Villarreal, que fue sorprendido por Osasuna y un destello del Chimy Ávila, otro jugador que merece todo lo bueno que le pase, tras su calvario de lesiones. El que suma y sigue es el Sevilla de Lopetegui que, con muchas bajas y una receta de Simeone, se llevó tres puntazos de Vigo.

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