El sol aún no termina de salir en el municipio de Texiguat, El Paraíso, hace frío y como sucede tres veces a la semana los docentes Darling Anderci Mayorga Pérez, y Lesbia Sánchez Montoya, se han encaminado hacia sus centros de enseñanza.

Los dos maestros, aunque cada uno viaja por direcciones diferentes, luego de recorrer a pie más de 2.5 kilómetros de camino pedregoso y en descenso, detienen su paso a la orilla de las potentes corrientes del Río Grande.

Al llegar a este punto, solo esperan unos minutos para recobrar el aliento por la travesía que han realizado, para luego lanzarse a las furiosas aguas del afluente con tal de cruzar nadando hacia el otro extremo.

Son 10 minutos los que les lleva salir al otro lado del río y en ocasiones mayor tiempo, pues son más de 20 metros los que deben atravesar, para luego retomar el camino a pie hasta dar con las escuelas.

Dos docentes del municipio de Texiguat, El Paraíso, no miden sacrificio cuando se trata de educar a un grupo de niños ávidos de conocimiento.

Y es que después del tiempo dentro del afluente, aún les quedan otros 2.5 kilómetros de recorrido a pie, en el caso de Darlin para llegar a la Escuela Ramón Ortega, del caserío Agua Blanca, y Lesbia para atender a sus estudiantes en la Escuela Monseñor Ernesto Fiallos, del caserío El Salitre.

Los dos aseguran estar conscientes del peligro que representa cruzar nadando el Río Grande, en especial durante la época de lluvia, pues pueden perder la vida, pero su vocación es más fuerte y les lleva a no desmayar en su labor docente.

“En una ocasión, al tratar de cruzar el río, estuve a punto de ahogarme, pero ahora utilizo un colchón inflable”, manifestó Sánchez Montoya.

Un recorrido a pie de 10 kilómetros, cinco de ida y cinco de regreso, por un pedregoso camino, es lo que a diario enfrentan ambos educadores.

Jornada

La labor que desempeñan es de maestros unidocentes, es decir que atienden del primero a sexto grado y para lograr formar a los educandos deben valerse de diversas estrategias.

Y es que por iniciativa propia generan materiales didácticos para que los alumnos comprendan mejor los contenidos y puedan realizar las tareas que les asignan para completar la semana, ya que la mayoría de los padres no saben leer ni escribir.

“Nos toca nadar y sostener en una mano, los materiales que les llevamos a los niños, porque nosotros se los imprimimos y se las llevamos a la casa”, dijo Darling.

Sin embargo, ninguno ha pensado en pedir un traslado, pues pese a que estudiaron en la capital, primero en la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio y luego en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, aman su trabajo en la zona rural.

Otra de las limitantes es sortean ambos educadores es que en estos caseríos no hay cobertura ni de la energía eléctrica, ni la radio.

Valiosa entrega

Por su parte, la maestra Lesbia, narró que durante el invierno hacen uso de las botas de hule, y pantalón de mezclilla, ya que el camino se inunda de lodo.

En la ruta hacia la escuela, por lo general, viajan solos pues son caseríos que están distantes del casco urbano.

Su labor como docente inició en 2003 y con 38 años de edad ha formado a más de 200 estudiantes.

En la actualidad, para lograr la cobertura del año lectivo, les ha preparado a sus alumnos materiales de trabajo, ya que en el caserío tienen escasa cobertura de telefonía móvil.

Son 31 niños los que están a su cargo a través de la Escuela Monseñor Ernesto Fiallos, pero su labor de docente va más allá pues atiende a 80 estudiantes, de 10 aldeas, por medio del programa Educación Para Todos.

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