Con el país en llamas por las tensiones raciales, el Pentágono a punto del motín y la economía en cuidados intensivos por una pandemia que no ha desaparecido, lo que aparentemente tenía más preocupado al presidente Donald Trump era que sus números en las encuestas arrojaban cifras más negativas que la cuenta de resultados de JC Penney.

El mandatario se reunió -no se sabe si en el famoso búnker que “inspeccionó” el día en que arreciaban las protestas frente a la mansión presidencial- con la plana mayor de su campaña para analizar el oscuro panorama que dibujan los sondeos y cómo remontar en una partida en la que parece ir a contracorriente.

Razones para preocuparse tiene: en prácticamente todas las encuestas va a la zaga de su contrincante demócrata, el exvicepresidente Joe Biden, y por bastante. Lo que es más grave, no solo en los sondeos nacionales, sino también en los de estados indecisos clave y ganando por muy poco en un bastión conservador como Texas. Además, como cuando llueve truena, el Instituto Investigación de Religión Pública ha detectado un descenso de 15% en el apoyo al presidente en el voto evangélico y hasta del 27% en el católico, pilares fundamentales del electorado trumpista.

Joe Biden (Photo by JIM WATSON/AFP via Getty Images)

Razones para desvelarse no les faltan a los asesores más cercanos al presidente, que la semana pasada vieron como Trump trasladaba a uno de sus favoritos -Bill Stepien- de la Casa Blanca a su campaña de reelección para apuntalarla. Lo más curioso es que están perdiendo ante un rival bastante ausente.

Atrapado en el sótano

Ganar sin bajar del autobús, la famosa frase que acuñó el legendario entrenador de fútbol Helenio Herrera, bien podría adoptarla Joe Biden como lema a esta altura de la campaña. Si bien el país va recuperando poco a poco la normalidad y la gente va saliendo de la madriguera tras meses de encierro, el exvicepresidente pareciera estar aún recluido en el sótano de su casa en Delaware desde el que mandaba mensajes durante la cuarentena.

Es verdad que su intervención en respuesta a la muerte de George Floyd a manos de la policía fue bien recibido por su contraste con el tono adoptado por el presidente y que una airada intervención suya de los ‘80 en el Senado contra el Apartheid resucitó con éxito en las redes, pero fuera de eso el aspirante demócrata ha jugado un papel secundario en los dramáticos sucesos que están sacudiendo el país. Un papel secundario que, por cierto, también jugó en los momentos más álgidos de la polémica respuesta de la Casa Blanca al desafío del coronavirus.

Algunos de sus partidarios señalan que parte de la responsabilidad recae en los medios, que no le dan tanta bola. Pero lo cierto es que el expresidente Barack Obama ha sido un mayor referente en los últimos días que quien va a recibir la confianza de su partido para recuperar el despacho oval. Se puede decir incluso que han ejercido más de oposición los exmiembros de la administración Trump que han salido a criticar su respuesta a las protestas o los generales que se han opuesto a sus empleo de las fuerzas armadas.

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¿Y qué?, puede responder Biden a la luz de las encuestas: lo que esté haciendo o no haciendo, funciona. Le lleva siete puntos de ventaja de media a Trump, según RealClearPolitics, y la delantera en los estados claves. Como muestra un análisis de Chris Cillizza en CNN, el presidente puede permitirse perder Michigan, Wisconsin o Pennsylvania (suponiendo que vuelva a ganar en el resto de estados en que triunfó en 2016), pero no los tres, y en todos va perdiendo. Al igual que en Ohio y Florida, por cierto. En resumen, adoptando un tono churchilliano, nunca a un candidato presidencial le había ido tan bien en los sondeos haciendo tan poco.

(AP Photo/Matt Slocum)

Dejar que caiga por su propio peso

Sea por diseño o accidente, la estrategia de dejar al enemigo que se achicharre en sus propias brasas le ha dado hasta ahora resultados a Biden. No debido en poca parte a que en boca cerrada no entran moscas, lo que ha dado limitadas oportunidades a los republicanos de explotar el sanbenito de que el candidato demócrata mete la pata cada vez que habla o que ya está demasiado desgastado para tanta responsabilidad.

Pero en esta película, un candidato a la presidencia no puede verse relegado a actor secundario, por lo que tarde o temprano tendrá que ponerse ante la cegadora luz de los focos y aguantar el nutrido fuego de artillería que la campaña de Trump le tiene reservado una vez las constantes crisis den tregua. Porque la Casa Blanca difícilmente le caerá en las manos como fruta madura, por mucho que la vorágine de pandemia, crisis económica y tensiones raciales haya desgastado al presidente, como demuestra su descenso en el índice de popularidad.

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La constante incertidumbre en que nos hallamos sumidos ha evitado que la auténtica campaña presidencial aún haya empezado. Para esas alturas hace cuatro años, el pulso entre Trump y Hillary Clinton ya estaba al rojo vivo y de poco más se hablaba en el país. En cambio, hoy por hoy, no se puede culpar a quien se le olvide que este 2020 es un año de comicios presidenciales.

(Photo by Doug Mills-Pool/Getty Images)

Dicen que las elecciones en que un presidente va a la reelección, más que una opción entre dos candidatos, es un referéndum sobre el titular. Si es verdad, Trump está en serios problemas. Pero también es cierto que en estos casos, cuando una administración es vulnerable, el camino a la victoria pasa por convencer al elector de que es mejor malo conocido que bueno por conocer. Le funcionó a Bush hijo en el 2004, cuando triunfó en las urnas a pesar del desastre de la guerra de Irak.

Estrategas demócratas advierten de que a estas alturas, con Trump produciendo con sus acciones sus propios anuncios negativos, la importante no es centrarse en denunciar a un rival del que ya se sabe todo -¿quién no tiene una opinión formada del magnate neoyorquino?- sino en construir a Biden como alternativa sólida.

El think tank progresista Data for Progress resaltaba con alarma en un reciente informe que el 88% de los anuncios demócratas se centran en Trump, mientras que Biden aparece en solo un 11%. No es de extrañar, señalan los autores, que un 61% de los encuestados en un sondeo de Yahoo News/You Gov a finales de marzo dijeran que en la semana anterior habían escuchado “muchas cosas” acerca del presidente, mientras que solo un 17% decían lo mismo de Biden.

“Esto es muy importante”, apuntaba en Twitter en respuesta a este informe Dan Pfeiffer, exasesor de Obama. “La contienda ahora está en quién define primero a Biden: la campaña de Trump o la campaña de Biden”.

Esperar a aparecer entre el humo como alternativa una vez Trump se consuma en sus propios incendios se antoja una estrategia arriesgada. Sí, el electorado da muestras de fatiga ante el incesante tumulto que ha sido esta presidencia, pero nada indica que apostará por cualquier alternativa. HH podía ganar partidos sin bajar del autobús, pero al final no le quedaba más remedio que hacer saltar sus jugadores al campo y meter goles por muy vencido que el rival estuviera de antemano.

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