«Hoy yo puedo hablar desde aquí, mañana no sé». Las palabras del diputado Juan Requesens, proferidas el martes horas antes de su detención ilegal desde la tribuna de oradores de la Asamblea Nacional, fueron premonitorias. En la Venezuela revolucionaria de poco sirve contar con inmunidad parlamentaria. Agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) sacaron por la fuerza de la vivienda de sus padres al dirigente opositor, antiguo líder universitario de 29 años.

Requesens, con sangre catalana en sus venas y fiel seguidor de Barça, encabeza la nueva generación de dirigentes opositores, curtidos en aulas y en la calle, capaz de enfrentarse cara a cara a la represión como también emocionar a sus seguidores con sus palabras, siempre vehementes.

Desde que en 2010 derrotara al candidato de Chávez en la mayor universidad pública del país, pasó a engrosar la lista negra de la revolución. Una acusación tras otra, casi siempre vigilado, a la cabeza de las marchas, golpeado por los paramilitares chavistas (las imágenes de la brecha gigantesca en su cara dieron la vuelta al mundo), pero sin perder el sentido del humor. Sólo hace unos días bromeaba con su destino, tras observar las imágenes del desembarco de una patera en las costas gaditanas: «Capaz termine yo en un balsa de esas».

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